Por: Sara Isabel Calle
Para ser una película que no
genera suspenso y mucho menos terror, se puede tornar muy tediosa, gracias a la
actitud de los personajes y el fin último de la película, puede volverse
difícil de ver, pues las expresiones de los personajes tienden a ser las mismas,
me refiero a que todos los rostros expresan agonía y tristeza como si nunca
dejaran de sufrir.
Fue entonces, que mientras veía
la película, aparece una escena entre Daniel y Lucía, en el que él juega con su
rostro para sacarle una o mejor, varias sonrisas a la pequeña. Este momento, me
atrevo a decir, es el descanso que uno como espectador exige, pues ver, por
fin, sonreír a este turista que se ve que sufre por su pasado, es un suspiro de
aliento del público, donde se puede analizar que él busca ser feliz, pero que
aún no lo es, y encontrarse con esa comunidad de otra cultura, que vive
también, igual a él, en sufrimiento, pensando en qué podrá pasar mañana, es,
tal vez, la forma de él entender, que también se puede sonreír.
Las danzas que esta comunidad
hacía como parte de su tradición, pero que también significa esperanza para el
pueblo, son significativas para la película, debido a que se asemeja a la
situación de Daniel, donde se presenta una analogía donde la lancha es a
Daniel, lo que los pescadores para esta comunidad.
Y es también esa esperanza la que
provoca el suspiro de aliento de los espectadores, pues está en la salvación el
descanso del sentimiento humano, es decir, nosotros como espectadores
descansamos de tanto sufrimiento al darnos cuenta que posiblemente hay una
esperanza, tanto como para Daniel como para el pueblo y es por esto, que esa
sonrisa que Daniel le saca a Lucía, es la misma sonrisa que nos saca a nosotros
como público. Por último, esta película me recordó una canción del cantante
Silvio Rodríguez que resume lo que he querido explicar en esta entrada: “Quedamos
los que puedan sonreír, en medio de la muerte, a plena luz”.