El vuelco
del cangrejo es una película que relata la historia típica de un viaje
repentino sin mucha planeación. En este tipo de vivencias siempre se encuentra
un protagonista con un objetivo, alguien que le extiende la mano para ayudarle
en la consecución de su meta y el antagonista con su grupo de subordinados o aliados.
Se analizará
a los cuatro personajes que tuvieron mayor incidencia en el desarrollo de la película.
Empezaremos por Daniel, el
protagonista. Un hombre delgado, de cabeza rapada, de caminar lento y observador
permanente del entorno que lo rodea. Se caracteriza por ser de pocas palabras y
desconfiado de la gente al ser un foráneo que llegó a La Barra, su objetivo es
salir de allí lo antes posible y, para ello, emprende una constante búsqueda de
una lancha que pueda sacarlo. Sin embargo, es un hombre impulsivo, curioso,
negociante y de ambiente. Se deja llevar por el momento. Las apariencias
engañan.
Conoce
a Lucía, su aliada, con ella entabla
una relación cercana y evidentemente al borde de la pedofilia. Ella es una niña
que reside en La Barra, inocente pero ligeramente madura, se convierte en esa persona de confianza y
desahogo para Daniel, en su mano derecha y aquella que le brindo más apoyo del
que él pudo imaginar al ayudarle en su ardua búsqueda de la lancha que lo
sacara del sitio. Lucía, además de ser su
compañía permanente, es quien le enseña los secretos y lugares más recónditos
del Pacífico colombiano haciendo las veces de una pequeña “guía”.
Al
llegar a La Barra, Daniel conoce a “Cerebro”,
líder de los nativos del lugar y dueño del hotel en el que se hospeda el
viajero.
Es un hombre veterano, frentero, directo, territorial, agresivo, radical
en sus decisiones, incrédulo y convencido de sí mismo. Mantiene un constante
enfrentamiento con “el Paisa”, otro
habitante de La Barra.
Rubio, corpulento, tramador, vivo, rebuscador,
influenciador y seguro. Tiene una lancha a motor (en la que escapa Daniel) y en
ella sale a pescar furtivamente a sabiendas de que en el pueblo hay una escasez
crónica de pescado.
En su
mente está construir el “Hotel Paraíso”, con piscina, pista de baile y todo lo
que un buen hotel debe tener. Cada mañana pone a traquear sus bafles al ritmo
de “La quemona” a un volumen estruendoso que acaba con la tranquilidad del lugar
que poco a poco busca apoderarse por completo.
Su individualidad
y el creerse superior a los otros habitantes choca con los planes e ideales de
los mismos.